En el paraje de la cuenca del río Tiétar, se construye esta casa. Las vistas impresionantes de las montañas son hacia el Norte, pero el entorno de la dehesa es un lugar paradisiaco en todas las direcciones. Se quiso hacer una casa transparente que permitiera disfrutar del lugar y de la naturaleza de una manera total. La casa son dos simples plataformas de 16x16 que conforman su suelo y su techo. Sobre ella se distribuye un espacio privado y otro público. El salón de 9x9 metros se sujeta por un pilar central de tierra apisonada, el resto de la estructura  se compone de pilares metálicos mínimos, integrados en el cerramiento. El soleamiento de este y oeste se protege mediante los aleros de la cubierta.

Las encinas existentes no solamente se respetaron, sino que forman parte de la casa, tanto en su función de sombra desde el sur o el oeste como en su calidad de elementos generadores de espacios que enmarcan la entrada, o que confieren intimidad a la zona privada de la casa.

Todo el sistema constructivo es aparente y cualifica espacialmente la casa. Las viguetas de madera laminada de 30x5cm soportan el tablero de cubierta que se remata en su perímetro con bandejas de zinc consiguiendo un espesor mínimo en el alero. La casa de cristal huye de la idea “high-tech” para acercarse a la calidez artesanal en todos sus acabados. Los materiales utilizados remiten a la naturaleza circundante: la chimenea de tierra de la propia finca; los suelos interiores son de mortero “quemado”, realizado a mano con pigmentos naturales locales y una mínima proporción de cemento, delimitado con pino melis; las carpinterías de madera local y tela de arpillera; las piedras de la fábrica cantera vecina; los suelos exteriores de castaño. La transparencia de la casa hace que quede completamente integrada en la dehesa toledana, incluso viendo a través de ella, las encinas.